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Polonio 210

Federación Rusa, S. A.

Federación Rusa, S. A.

Aleksandr Litvinenko, para CHECHENPRESS, 15/05/2006

Traducido del original en http://www.chechenpress.info/events/2006/05/15/02.shtml


A finales de la semana pasada Vladimir Putin apareció de nuevo por la televisión, donde en un encuentro con el colectivo de radio y televisión estatales (VGTPK) declaró que la guerra contra la corrupción, concretamente en la aduana, ha tenido resultados concretos, pero que aún no ha terminado, y no sólo en este departamento. Putin declaró también que los últimos traslados y detenciones en el servicio de aduanas «es el resultado de un largo trabajo, orientado hacia un objetivo, de los órganos responsables de hacer cumplir la ley, sobre todo del FSB y de el Servicio de seguridad interior de la aduana». «No se ha hecho especialmente para este discurso» - aclaró. «Esta tarea ha llegado a un fin lógico, pero aún no ha terminado, y no sólo en el área de la aduana» - mintió, como es habitual, el presidente de Rusia.

Cuando no queda más remedio que escuchar cómo desvaría, por enésima vez, el teniente coronel del KGB, empiezas a considerar seriamente: «¿No será que no miente en absoluto? ¡Puede que sea realmente un TONTO, que cree de manera sacrosanta en la diarrea de palabras que escupe!»

¿Y de qué otro modo se puede interpretar toda estos embustes propagandísticos? Es imprescindible comprender que en la Rusia de Putin no puede haber corrupción por definición, y no la hay ya desde la época del gobierno de Yeltsin, ya que corrupción sólo puede haber en aquel estado donde hay AUTORIDAD. La autoridad con la que, de manera clandestina, mercadean los funcionarios públicos, no es un estado, sino un bazar. Por supuesto, a veces ocurre que la corrupción comienza a extenderse desde abajo, como en América o España, o comienza desde arriba, como ocurre, por ejemplo, en Brasil; en este caso ya es un fenómeno más peligroso.

El país al que, por una antigua costumbre, denominamos «Federación Rusa», perdió hace ya tiempo los más primitivos rasgos de «estatalidad», y hace mucho que no es un estado. Ésto se debe a que ya en la época de Boris Yeltsin fue privatizado por Valya, Tanya y Roma, que convirtieron a Boris Nikolayevich de presidente escogido por el pueblo en administrador, y el estado Ruso en una sociedad de accionistas bajo el nombre de «FR».

Fue precisamente este vivaracho trío el que, aprovechando la oportunidad y utilizando las debilidades de un enfermo, que es lo que era el primer presidente ruso, acapararon todo lo que tenían al alcance de la mano. Y como ya se sabe, en el país del socialismo desarrollado al alcance de la mano estaba literalmente todo, incluyendo el petróleo, el gas y los recursos humanos. Hacia el inicio del año 1999 Roma, Valya y Tanya1 ya poseían Rusia indiscutiblemente, y hacían con ella lo que querían. Para aquella época el anciano y enfermo Yeltsin se puso francamente mal, y ya no servía ni de administrador. Comprendiendo ésto, los miembros de la así llamada «familia» encontraron en el basurero de San Petersburgo a un nuevo administrador, al obediente y domesticado teniente coronel del KGB Vova Putin, que para mostrar su fidelidad a sus nuevos amos, ejecutaba con gallardía bailes folclóricos judíos, que divertían de manera excepcional a los asistentes a las fiestas VIP. Y para moldear con rapidez a un político a partir de un personaje trágico de ópera, que es lo que era su nuevo elegido, que en treinta años de servicio en el KGB no fue capaz ni siquiera de llegar a coronel, esta trinidad trabajó, como suele decir, a toda máquina.

¡Qué no habrán sufrido este pobre país y sus ciudadanos en el último año del siglo saliente! Estallaron edificios, comenzaron guerras, sólo para que el recién aparecido Sharikov2 tuviera una excusa para gritar desde las pantallas de televisión «¡Me los cargaré a todos en el wáter!». Puede ser que se los hubiera cargado, si no fuera por el negocio de sus amos. Y al dinero, como es sabido, le gusta la tranquilidad y el silencio, y también, como se suele decir, «¡cuanta menos gente, más oxígeno!». La sociedad anónima «Federación Rusa» no necesita bocas de más, y por ello morían un millón de rusos y rusas cada año. Y a todos les convenía ésto hasta que el Cáucaso se rebeló, y ahí fue cuando la «Federación Rusa, S. A.» necesitó urgentemente un gran ejército y mucha carne de cañón. Y entonces recordaron la natalidad, y, por alguna razón, la corrupción, que, como ya he dicho, no puede existir por su misma naturaleza en una sociedad anónima, que es lo que es la Federación Rusa.

Aprovechando la oportunidad, me gustaría dirigirme a los amos de esta Sociedad Anónima con el nombre de «Federación Rusa»: «Tanya, Valya y Roma, comprended que la guerra no es vuestro negocio. Os pido que no comencéis una gran carnicería y ordenadle a vuestro Sharikov que se retire del Cáucaso, y de paso liberad de cárceles y campos a todos nuestros compañeros, prisioneros políticos, como Mikhail Trepashkin, Boris Stomakhin, Mikhail Khodorkovski y otros. A día de hoy, mientras vosotros y vuestros allegados, viviendo en el saciado Occidente, disfrutáis de los frutos de la libertad y de la democracia, en el Cáucaso por séptimo año se derrama sangre y mueren mujeres, ancianos y niños.

Tenéis miles de millones de dólares, barcos, aviones, submarinos y clubes de fútbol, coches, yates y casas, los mejores abogados defienden vuestros derechos y os protegen miles de perros-guardaespaldas alquilados por vosotros, que con sumo placer destrozarán a cualquiera que aún por un instante intente acercarse a vosotros y eclipsar vuestra saciada y acomodada vida. Comprendo que sería una estupidez de primera clase por mi parte el recurrir a vuestra conciencia y compasión, y por ello recurro a vuestros instintos: DETENED LA GUERRA EN EL CÁUCASO y ordenadle a vuestro Sharikov que, mientras no sea demasiado tarde, se retire de nuestra tierra.

Si no hacéis ésto, entonces es posible que pronto todo el Cáucaso Norte arda, y que comience una gran guerra. ¿Cómo acabará? Está claro: Ninguna sociedad anónima, ni siquiera una del tamaño de la vuestra, es capaz de ganar en una guerra en la que los pueblos luchan por su propia libertad e independencia. Una sociedad anónima no debe combatir, sino comerciar. Así que comerciad con la Rusia que habéis conseguido y dejadnos a nosotros en paz. Y recordad también: «¡SI NO OS RETIRÁIS A TIEMPO DEL CÁUCASO, PRONTO LO PERDERÉIS TODO!», porque las listas de los criminales de guerra acusados de genocidio no seguirán un orden alfabético, sino dependiendo de la culpa real de uno u otro sujeto y de la cantidad de mal que hayan producido.


1 El autor se refiere respectivamente a Valentin Yumachev, Tatiana Dyachenko y Román Abramovich.


2 Sharikov es uno de los personajes de la novela de Mijaíl Bulgakov «Corazón de perro», concretamente el perro que se «humaniza» tras serle implantados varios órganos de un cadáver humano.

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